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Un tipo que le da a la vida el toque de humor imprescindible para vivirla.

domingo, 24 de febrero de 2008

TE AMO

TE AMO
La tarde sé hacia eterna aunque no dejábamos de mirar al exterior a través de la vieja ventana como la lluvia recorría el cristal. Sin prisas el agua hacia carreras con extrema lentitud, como si eso fuera el objetivo. Lo contrario, las gotas que corrían, tenían un fatídico final estrellándose contra la cornisa.
De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban para asegurarnos que el otro estaba ahí. Después volvíamos a nuestros pensamientos, tranquilos porque la paz de esta tarde no se había alterado.
La estufa a una temperatura superior a la requerida daba al ambiente el sopor extra que nos había embriagado en el ocaso del domingo.
Volví a mirarla en el mismo momento que se rendía al sueño envuelta en su manta. Comprobé todos los rasgos que el tiempo no había podio arrugar. Halle el lunar junto a su labio que conocí en nuestra primera cita, la nariz respingona que tantas veces sirvió de burla en nuestros juegos, sus brazos separados del cuerpo que le daba mas vigor a su ancha espalda...
Fuera la lluvia se había tornado en tormenta y como si fuera un pretexto la abracé para protegerla de un temporal que no sufríamos dentro del hogar. Así encontré otro recuerdo: su calor de mujer.
En este momento toda la casa estaba en esa habitación, no necesitaba nada más. La luz de la lámpara de mesita solo daba claridad a unos poco metros, suficientes para ver pero mantenerte en un imaginario escondite donde nadie te encontraría.
Acogí su mano entre las mías y ella, dormida, me dio la otra que no quería estar aislada. Las cuatro juntas formaban una figura de dedos entrelazados imposibles de saber a quien pertenecían.
Alcé los ojos a los recuerdos, fotos de hijos, nietos, conchas de días de playa... recreándome en lo grato que se hacían.
Habíamos envejecido pero en este momento el tiempo nos daba una tregua, se detenía para darnos un descanso y disfrutar de una tarde lluviosa de invierno juntos.
Solté sus manos, eche mi manta sobre la de ella de manera que nos cubriera a los dos, volví a abrazarla y la empuje suavemente para que pudiéramos recostarnos juntos en el sofá.
Dormidos, en sueños susurré: Te amo. Se que me escuchó porque oí su voz repetir: Te amo.
© Ángel Lago Villar